Cuando pensamos en los cozy games, la mente se llena de imágenes suaves: campos de flores, gatitos ronroneadores, tareas cotidianas repetidas en entornos sin estrés. Juegos que nos invitan a descansar, a dejar el frenesí del mundo existente y refugiarnos en lugares donde todo parece estar acertadamente. Sin incautación, más allá de ese aspecto amable y reconfortante, muchos juegos de este condición abordan temas profundos y universales. Porque en ese «todo está acertadamente», además junto a la tristeza, el duelo, la ansiedad o la búsqueda de identidad. Y lo hacen sin perder ni un cumbre de calidez.
El adiós más atún: Spiritfarer y la recibimiento de la asesinato
Uno de los mayores exponentes de esta combinación entre dulzura y profundidad es Spiritfarer, desarrollado por Thunder Lotus Games. A primera traza, es un recreo con gráficos adorables, una protagonista con sombrero y con un pícaro compañero, y un barco que puedes personalizar mientras recoges bienes. Pero en verdad, es una historia sobre la asesinato y el arte de dejar ir.
En Spiritfarer, manejas a Stella, una lazarillo de almas que ayuda a los espíritus a resolver sus asuntos pendientes antiguamente de ir al más allá. Cada pasajero tiene su propia historia, marcada por la pérdida, la infracción o el miedo a desaparecer. Y tú, como atleta, te conviertes en parte de su proceso; les cocinas sus platos favoritos, les construyes habitaciones acogedoras y, finalmente, los acompañas en su despedida.
El recreo convierte el acto de vencer en poco sereno, casi ritual, y palabra del duelo con una sensibilidad poco popular en el medio. Jugarlo es curativo, pero además actúa como un espejo emocional: nos obliga a pensar en nuestras propias pérdidas y en cómo las enfrentamos.


Cuando no pasa nulo… pero pasa todo: A Short Hike
A Short Hike, de Adam Robinson-Yu, es uno de esos juegos que parecen simples y cortitos, pero que te dejan una huella inesperada. En este caso controlamos a Claire, un pajarito que está de receso en una isla montañosa, esperando una citación importante, y tiene que subir a la cima de la montaña más ingreso de los alrededores para conseguir cobertura.
No hay prisas. Puedes esquilar, huir, pescar, murmurar con otros animales y explorar a tu ritmo, pero tras esa manifiesto osadía se esconde una consejo sobre la rutina, la ansiedad y la desconexión emocional. Claire no sabe muy acertadamente qué hace allí. Se siente perdida, y tú con ella. A medida que subes la montaña —en un paralelismo precioso con el propio proceso emocional—, todo empieza a tener sentido. Aunque no es que haya grandes escenas dramáticas, tienes todo el rato una sensación constante de estar viviendo un momento íntimo y significativo.
Este recreo, que dura poco más de una hora, nos recuerda que no hace error épica para emocionar. A veces, un paseo tranquilo además puede ser un alucinación al centro de uno mismo.
Palabras que curan: Kind Words
En Kind Words, de Popcannibal, no hay aventura, ni enemigos, ni niveles. Solo tú, tu habitación y una función: escribir mensajes de humor a personas reales que comparten sus pensamientos de forma anónima y acoger además cartas reconfortantes.
Su premisa es tan simple como revolucionaria. En sitio de competir o combatir, el objetivo es escuchar y cuidar. El recreo palabra de sanidad mental sin mencionarla de forma directa. Y lo hace creando un espacio donde la vulnerabilidad no solo es aceptada, sino que se celebra.
Observar las preocupaciones de otras personas, contestarlas con cariño y notar que tus palabras pueden ayudar es una experiencia profundamente humana. Este recreo nos invita a detener y ser empáticos, a entender que ser cozy además puede significar unirse el dolor extraño.


Café, charla y consejo: Coffee Talk y la identidad
En Coffee Talk, de Toge Productions, eres el dueño de una cafetería en un Seattle variable habitado por humanos, elfos, vampiros y otros seres fantásticos. La encanto existente no está en las criaturas, sino en las conversaciones que se tienen luga incertidumbre tras incertidumbre entre tazas de café humeante.
Este recreo, a medio camino entre novelística visual y simulador de barista, aborda temas como la discriminación, las diferencias culturales, la sanidad mental, el acto sexual o la identidad de condición y sexual. Todo con una sensibilidad fantástica, sin grandes pretensiones.
Los personajes hablan como si fueran amigos de toda la vida, y tú estás ahí, no para fallar ni para resolver, sino para escuchar y ofrecer consuelo a través de una bebida caliente. El cierto poder del recreo reside en esa cotidianeidad, en mostrarnos que lo personal es profundamente político y, que en los pequeños gestos —como acordarnos de cómo le gusta el café a cualquiera— hay ternura, resistor y humanidad.
Un condición que no subestima a su conocido
Uno de los aspectos más valiosos de los cozy games que abordan estos temas es que no subestiman a quienes juegan. No asumen que, por apañarse experiencias relajantes, el conocido quiera aislarse del mundo o ignorar la complejidad de la vida. Al contrario: ofrecen herramientas emocionales, lugares seguros donde explorar temas delicados sin un sensacionalismo o dramatismo excesivos.
Es cierto que este seguridad es difícil de conseguir, pero cuando se logra el resultado es poderoso: juegos que nos acompañan en momentos difíciles, que nos ofrecen consuelo sin dulcificar la verdad y que nos recuerdan que está acertadamente no estar acertadamente.
El cozy como resistor emocional
En un mundo donde todo parece acelerado, cascarrabias y competitivo, los cozy games se han instaurado como un refugio, pero además como una forma de resistor emocional. No se negociación solo de calmar la ansiedad con tareas repetitivas o paisajes bonitos sino de validar emociones complejas, homogeneizar conversaciones difíciles y ofrecer esperanza.
Otros juegos que merecen mención, como Unpacking, que narra una vida entera a través del acto de pincharse cajas tras una mudanza, o To the Moon, que explora la memoria y la voluntad desde la parte final de la vida, demuestran que este enfoque no es una moda, sino una transformación del medio.


Más allá de lo «cuqui»
La estética de los cozy games —colores pastel, música suave, personajes adorables— puede hacernos pensar que estamos en presencia de productos simples o infantiles. Pero en verdad, esa ternura es una aparejo novelística poderosa. Al maquillar temas duros con formas amables, estos juegos permiten una enfoque emocional que no abruma.
Quizás por eso conectan tanto con quienes los juegan, porque detrás de esa estancia de calabazas o esa cafetería encantadora hay historias que se parecen a las nuestras. Miedos, dudas, pérdidas y pequeñas victorias cotidianas.
El futuro del cozy: ternura con propósito
A medida que el condición crece, además lo hacen sus posibilidades. Cada vez más estudios se atreven a explorar narrativas más diversas, a incluir personajes de colectivos históricamente marginados y a representar realidades distintas sin perder la calidez que caracteriza a estos juegos.
Los cozy ya no son solo «juegos bonitos para relajarse». Es una calificativo bajo la cual caben historias complejas, necesarias, transformadoras. Y es ahí donde reside su cierto valencia: en ofrecer espacios donde la ternura no es una vía de escape, sino una forma de mirar el mundo con otros fanales.
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