Cuando Animal Crossing: New Horizons aterrizó Nintendo Switch en marzo de 2020, el mundo sereno atravesaba un momento de incertidumbre. El esperado título llegó por fin a nuestras casas en un momento consumado, cuando la pandemia nos obligó a quedarnos en casa, asilándonos de amigos y familiares, e invitándonos a desconectar en una isla idílica llena de personajes entrañables y actividades relajantes. En este contexto, el tranquilo mundo de Animal Crossing se convirtió en mucho más que un simple mecanismo: fue un refugio, un espacio de calma, creatividad y conexión humana.
Un mundo sin prisas ni preocupaciones
Desde su emanación, la clan Animal Crossing ha ofrecido un tipo de experiencia única en la industria del videojuego dejando a un banda los combates, los objetivos estrictos o la presión del fracaso por no ser «suficientemente buenos». Los jugadores llegan a una isla desierta que pueden mudar a su antojo y ritmo. Pueden pescar, cosechar frutas, hermosear sus casas y hacerse amigos de entrañables (y no tan entrañables) aldeanos animales. New Horizons llevó este concepto más allá, permitiendo una personalización sin precedentes y ofreciendo un mundo en desarrollo de la mano de sus actualizaciones que, aunque a día de hoy no son tan completas, siguen aportando pequeños soplos de canción fresco.
En un momento donde daba miedo pensar en el mundo exógeno, que parecía fuera de control, la isla de Animal Crossing ofreció un entorno predecible y seguro. Memorizar que los cerezos florecerían en primavera, que cada día la tienda estaría abierta para nosotros y que un vecino nos recibiría con una sonrisa (o una queja, nunca se sabe) ofrecía a los jugadores una agradable sensación de estabilidad en tiempos inciertos.
Un refugio contra la ingenuidad
Fuimos muchos los jugadores que encontramos en Animal Crossing una útil para bregar con la ansiedad y el estrés. Las mecánicas del mecanismo, basadas en tareas repetitivas y relajantes, sumadas a la bucólica música que nos acompaña a lo extenso del día, fomentaban esa especia de mindfulness digital. La pesca, la floricultura y la casa recoleta de materiales ofrecían una forma de desconectar del hostigamiento constante de noticiario negativas e incluso de nuestros propios pensamientos.
Hasta hubo políticos que se modernizaron y lo utilizaron para hacer campaña
Encima, el hecho de que el mecanismo no castigue ni imponga urgencias reduce significativamente el estrés del afortunado al respecto. Si un deportista deja de divertirse durante semanas, lo único que encontrará son malas hierbas en su isla, unos cuantos bichitos correteando por su casa y un par de aldeanos sorprendidos por su abandono. Todo ello permitió que cada persona jugara a su ritmo, sin sentirse obligada ni juzgada, poco que contrasta con la presión que muchas veces imponen otros videojuegos y, por supuesto, la vida verdadero.


Mis amigas visitando mi isla (Hyrule) en plena pandemia
La conexión en tiempos de aislamiento
Uno de los rudimentos más significativos de New Horizons fue su componente social. En un momento en el que los abrazos y los encuentros cara a cara estaban prohibidos y se echaban de menos, el mecanismo permitió a amigos y familiares reunirse en un espacio posible. Las visitas a islas ajenas se convirtieron en auténticas reuniones sociales, donde los jugadores intercambiaban regalos, exploraban juntos y participaban en eventos especiales.
De hecho, Animal Crossing trascendió el mundo del videojuego y se convirtió en una plataforma para la vida verdadero. Las parejas más creativas celebraron bodas internamente del mecanismo, hubo universidades que organizaron ceremonias de grado virtuales y hasta hubo políticos que se modernizaron y lo utilizaron para hacer campaña. Todo esto demuestra como una pequeña isla posible fue capaz de satisfacer un musculoso hueco emocional que se había instalado en nuestro interior en esos tiempos de distancia física.
Creatividad como vía de escape
Otro de los grandes atractivos que caracteriza a New Horizons es su capacidad de expresión personal. La posibilidad de diseñar cada rincón de la isla y personalizar incluso nuestra ropa y decoraciones permitió que los jugadores volcaran su creatividad en un espacio fugado de juicios.
Para muchos, esta personalización sirvió como una forma de terapia. Crear un parque consumado, diseñar una casa acogedora o entretener lugares emblemáticos del mundo verdadero ofreció una sensación de logro y control (aunque, hay que proponer, que no fuimos pocos a los que el terraplanning nos aportó más penurias que alegrías). Las redes sociales pronto se llenaron de vídeos donde artistas explicaban la ornamento de sus islas o post donde se compartían diseños y patrones de ropa, demostrando que el mecanismo incluso sirve como guardarropa para la imaginación colectiva y que tiene un musculoso potencial en lo que a creación de contenido se refiere.


Un dote emocional que perdura
A pesar de que la pandemia ha quedado a espaldas y la vida ha vuelto a lo que podríamos considerar la normalidad, el impacto de Animal Crossing: New Horizons sigue presente. Para muchos jugadores, su isla se convirtió en un diario posible que documenta una etapa importante de sus vidas. Los expresiones de los eventos estacionales, las interacciones con sus aldeanos favoritos, los torneos de pesca, el sumersión sin pretensiones y las visitas de amigos se mantienen como testimonios de un periodo difícil, pero incluso de la resiliencia humana.
Demostró que los videojuegos pueden ser más que una simple fuente de entretenimiento
El mecanismo sigue ofreciendo un refugio para aquellos que necesitan desconectar del estrés diario. Ya sea decorando una casa contiguo al mar, conversando con un vecino pingüino o simplemente viendo la puesta de sol sobre el océano digital, Animal Crossing continúa siendo un circunscripción donde la calma y la fortuna están siempre a un capullo de distancia.
Animal Crossing: New Horizons demostró que los videojuegos pueden ser más que una simple fuente de entretenimiento. En tiempos de crisis, se convirtió en un espacio de consuelo, en un medio de conexión social y en una útil de expresión creativa. Su dote no se mide solo en ventas o en actualizaciones, sino en las historias de aquellos que encontraron en su isla posible un hogar emocional cuando más lo necesitaban… y ese hogar emocional sigue ahí para perdernos en él siempre que lo necesitemos.
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