La Concepción Z se acaba de incorporar al trabajo, pero el 40% ya quiere dejarlo y sobrevivir en modo NEET a saco de subsidios

Lo que para los Milenials se popularizó como Ni-Ni, en la Concepción Z ha poliedro el paso a los NEET para sumar una crítica aún más afilada: ni estudiar, ni trabajar, ni hacer prácticas. El problema no es la fórmula en sí, sino que estudios cerca de del balón estén destacando con cifras similares que el 40% de los jóvenes se planteen dejar sus trabajos para dedicarse a existir de subsidios.

La comparativa es aún más dura cuando, al situarla frente al resto de generaciones, sólo el 10% de la población común se plantea una idea similar. Pero lo que resulta aún más preocupante de esta tendencia es que, por norma común, el problema de la Concepción Z se relacione con un tema de vagueza cuando, en ingenuidad, tiene otro punto de inflexión.

Crecen los NEET entre la Concepción Z

Es liviana asomarse a esa manida excusa de la ignavia para entender a una Concepción Z que lleva primaveras alertando de cuál es su efectivo problema. Seguimos agarrándonos al incierto futuro que arroja la IA en el trabajo, a la inflación provocada por una situación socioeconómica cada vez más confusa, a cómo esos títulos universitarios para los que han dedicado cuatro o más primaveras de su vida terminan siendo inútiles en un mercado sindical que necesita más fontaneros que programadores.

Tendemos a orientar la respuesta en todos esos aspectos cuando en ingenuidad toca cuchichear de un todo. Dialogar de cómo la suma de todas esas situaciones e incertidumbres ha puesto la salubridad mental de los Gen Z al término. Detrás de esos mismos estudios sobre el espíritu NEET asimismo se apunta los que los jóvenes con problemas de salubridad mental tienen 4,7 veces más probabilidades de ser económicamente inactivos. Es una monograma que está en medra.

Quienes ya han poliedro ese paso, los que han intentado rebosar de la rueda para ver hasta qué punto pueden existir de ayudas y subsidios, reconocen que son minucias por las que no vale la pena disputar. A principios de año Fortune entrevistaba a uno de los jóvenes de Reino Unido que se había embarcado en esa cuestionable aventura para concluir reconociendo que, luego de todo, termina siendo más duro que la alternativa convencional: «exigir ayudas es un trabajo a tiempo completo sin nadie de los aspectos positivos».

Reconocen que para conmover al punto de plantearse esa alternativa han vivido un proceso progresivo de agotamiento, que a menudo esconden el problema y evitan dar a conocer su situación a sus jefes hasta que ya es demasiado tarde. Entre estos últimos, sólo uno de cada cinco reconoce ocurrir gastado venir que un trabajador planeaba dejar el trabajo de un día para otro cuando se lo anuncian. En presencia de la pregunta de qué les ha llevado a esa situación la gran mayoría no palabra de grandes sueldos o puestos, acordándose simplemente de cómo la flexibilidad en el trabajo y el apoyo por parte de sus jefes les ayudaría a torear mejor con esos problemas de salubridad mental.

Imagen | Ygor en Midjourney

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