No sé por qué he tardado tanto en ver Sisu, una desenfrenada película que tráfico, básicamente, de hacer saltar a nazis por los aires. Bueno, sí lo sé: porque no le hice caso a mi compañero Marcos Yasif, que me la recomendó hace tiempo. Y debería haberle hecho caso antaño, porque he disfrutado una dislate con Sisu, una película francamente desagradable de tan violenta que es. Tanto, que en algunos momentos roza la caricatura, pero su propuesta técnica, y es mezcla de John Wick con toques de Indiana Jones, un pizquita de Tarantino y una capa de película del Oeste convierten su batalla desenfrenada en una de las propuestas más interesantes del cine guerrero y de batalla de los últimos primaveras.
Un pequeño clásico instantáneo
El director Jalmari Helander, conocido por su trabajo en películas como Rare Exports, no deja títere con habitante en esta dije, que arranca con una premisa proporcionado sencilla pero efectiva: Aatami Korpi (interpretado por Jorma Tommila), un avezado de desavenencia finlandés, encuentra oro en los desolados paisajes de la Laponia durante los últimos días de la Segunda Conflicto Mundial. Lo que parecía ser un simple cardenal de suerte se convierte en una pesadilla, ya que un categoría de nazis liderados por un implacable oficial de las SS intentan robarle el riquezas. Lo que sigue es una sucesión de momentos de violencia extrema, con Aatami tomando su venganza con una mezcla de pura brutalidad y astucia que no da tregua. Si esta película viniera de Hollywood y no de Finlandia habría hecho un ruido tremendo en la cartelera.


Una propuesta de batalla imparable e impacable
Lo que me ha sorprendido gratamente de Sisu es que, a pesar de su violencia, no se toma demasiado en serio a sí misma. Hay una exageración deliberada que roza la parodia, poco que le da un elegancia único internamente del cine guerrero y que aligera una trama que de otro modo sería drmática. Es una película donde la razonamiento se pierde rápidamente a medida que los nazis van cayendo uno tras otro de formas cada vez más inverosímiles, pero que funciona maravillosamente proporcionadamente internamente de su propuesta. Aatami, el protagonista, es el equivalente cinematográfico de una tren sin frenos. Si la tren estuviera llena de alambre espino, machetes, lanzallamas, palos afilados y ametralladoras. Los diálogos son mínimos, porque… ¿Para qué? El héroe no necesita mucho para que nos caiga proporcionadamente; su lucha es puramente física, y es un felicidad ver cómo, a pesar de ser bombardeado, apuñalado, disparado y, en común, triturado por los nazis, siempre encuentra una forma de seguir delante.
Si esta película viniera de Hollywood y no de Finlandia habría hecho un ruido tremendo en la cartelera
Desde un punto de sagacidad técnico, Sisu hace un trabajo espectacular. La violencia, aunque perturbadora, está tan proporcionadamente coreografiada y es tan inventiva que resulta un festín visual. La película aprovecha las opciones del cine de autor y lo maquilla con un poco de CGI, lo que da una sensación de realismo crudo, como si todo pudiera suceder en realidad. Y, sinceramente, creo que esta es una de las claves de su éxito: todo lo que vemos en pantalla está cuidado con mimo, con una atención al detalle que nos hace percatar la brutalidad en cada cardenal, cada caída y cada crisis, pero igualmente disfrutar de paisajes y de planos épicos.
Muchas violencia, y mucha personalidad
No es solo la violencia lo que destaca en la película; la forma en que se construye la medio igualmente juega un papel fundamental. Con una ambientación desolada en los paisajes nevados de Finlandia, el director Jalmari Helander crea una sensación de desesperación y soledad palpable. El contraste entre la belleza del paisaje y el caos rotundo de la desavenencia que rodea la batalla hace que cada cuadro violenta resulte más intensa.


A lo prolongado de la película, Sisu se va alimentando de varias influencias. Desde la rigidez y la implacable naturaleza de John Wick, un protagonista que no sabe cuándo rendirse ni cuando morirse, hasta el estilo arriesgado de Indiana Jones, por aquello de inflar a puñetazos a un soldado carca sobre el capó de un camión en marcha. Además tenemos poco de spaghetti película del Oeste al estilo Leone. Y, por supuesto, hay poco de Tarantino en las puesta en cuadro y las secuencias de diálogo (aunque sean mínimas), con ese tono exagerado y de pura venganza que lo caracteriza. Esto le da a la película una medio única, combinando varios géneros sin perder el ritmo.
Lo mejor de todo es que Sisu no se queda ahí. Es una película que va a más a medida que avanza. Cuando crees que ya has manido de todo, se desata una nueva ola de violencia más espectacular y alocada que te deja sin palabras. Los momentos de batalla no son simplemente para impresionar; hay un ambiente de catarsis en ellos. El notorio se siente emocionado porque, en cada pelea, en cada batalla espectacular, está viendo la pura esencia de la supervivencia humana: no importa lo que te hagan, siempre te vas a vigorizar. Hay poco terapéutico en la venganza de Sisu, como la había igualmente en la historia de Beatrix Kiddo en Kill Bill.


¿Qué más puedo asegurar? La película ha sido un auténtico disparo directo a mi corazón de cinéfilo ochentero. Y la novedad de que su secuela ya está terminada y que se estrenará en 2025 me ha dejado dando volteretas laterales de alegría por mi casa. Es el tipo de película que necesitas en tu vida para despejarte, desconectar, para disfrutar sin complicaciones, para reírte con la violencia más extrema y sentirte un poco como Aatami Korpi, dispuesto a sobrevivir a un mundo verdadero que se nos está complicando proporcionado. De verdad, no puedo esperar para ver qué nos tiene preparado el director en la secuela. Si no has manido Sisu aún, te animo insistentemente a que le des una oportunidad. Sisu acaba de estrenarse en Netflix, y no hay mejor momento para sumergirse en esta aventura llena de explosiones, mortandad, y una gran dosis de diversión salvaje.
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