Acabas de ver El Eternauta. Has digerido cada plano nevado, cada atrevimiento desesperada, cada amargo silencio entre personajes que se enfrentan a un enemigo implacable. Y ahora que te sientes huérfano de distopías, con el pecho oprimido y la mente hecha un hervidero de preguntas sobre el presente, el futuro y lo humano… es el momento valentísimo para que te recomiende una película que comparte ese mismo aliento agónico, crudo y profundamente social: Ceguera, la adecuación cinematográfica de Experimientación sobre la ceguera, la novelística del Premio Nobel José Saramago.
Sí, no hablamos de ciencia ficción espacial ni de invasiones interdimensionales. Pero si El Eternauta te tocó por cómo retrataba el colapso del orden social a través de la solidaridad, el miedo y la resistor, entonces Ceguera te va a sacudir todavía más hondo. Porque aquí no hay rayos láser ni alienígenas que exterminan desde la sombra: aquí, el enemigo es invisible, fielmente. No lo puedes ver, se mete bajo la piel y en el alma de todos.
Lo que dejó El Eternauta: la ciencia ficción como espejo de lo humano
La adecuación de Netflix de El Eternauta nos ha dejado un sabor agridulce. No porque la historia no funcione (que lo hace, es estupenda), sino porque nos enfrenta a un retrato angustiante del colapso del tejido social. Como en la obra flamante de Oesterheld, la serie nos sitúa en una Buenos Aires cubierta por una cellisca mortal, donde el veterano desafío no es solo sobrevivir, sino perseverar la humanidad en medio del caos. Las mejores distopías no son las que predicen el futuro, sino las que nos hablan del presente sin acogerse a la exageración. Y eso es acordado lo que incluso hace Ceguera. Si has terminado El Eternauta con la mente haciendo conexiones con pandemias, estados de sitio, control social y resistor civil… Saramago te estaba esperando.


Experimientación sobre la ceguera: la metáfora de nuestra desconexión
José Saramago no necesita presentaciones. Su prosa densa, sin nombres propios, sin signos de diálogo tradicionales, ya es la marca de un autor sempiterno que exige atención y premio con profundidad. En Experimientación sobre la ceguera, el Nobel portugués imagina un brote de «ceguera blanca» que afecta de forma súbita y aleatoria a toda la población. El caos que sigue no es tanto por la enfermedad, sino por cómo reacciona la sociedad: con miedo, violencia, aislamiento y crueldad.
Necesitarnos unos a otros como individuos puede resultar una auténtica pesadilla
El relato no describe a personas que pierden la presencia, sino a una humanidad que pierde el rumbo. Es una crítica despiadada a nuestra ceguera cotidiana: la que tenemos en presencia de la pobreza, la desigualdad, la injusticia. Es un espejo abandonado en el que Saramago nos obliga a mirarnos. Memoria que cuando me enfrenté a la repaso de la novelística era incapaz de perseverar la cuenta de horrores que se acumulaban en sus páginas y que no han dejado de horripilar ni un solo día de mi vida. ¿Y qué hace Ceguera, la adecuación dirigida por Fernando Meirelles y con Julianne Moore como protagonista? Pues lo impensable: traduce toda esa densidad literaria en una película que no pierde ni un gramo de su potencia simbólica.


Ceguera: distopía, crítica social y belleza visual
Si El Eternauta nos enganchó por su estética de ciencia ficción sucia, sus paisajes desolados y sus decisiones morales imposibles, Ceguera nos atrapa con su crudeza simbólica y su estilo visual agobiante. Meirelles, conocido por Ciudad de Jehová, no pesquisa la espectacularidad de la catástrofe, sino la incomodidad de la convivencia forzada. Necesitarnos unos a otros como individuos puede resultar una auténtica pesadilla. Aquí, las escenas más duras no son de violencia explícita, sino de desgobierno, suciedad, yerro de empatía. La deshumanización es progresiva, y eso se nota hasta en cómo se encuadra cada plano.
Experimientación sobre la ceguera (Contemporánea)
* Algún precio puede favor cambiado desde la última revisión
La ceguerano es otra cosa que una metáfora del individualismo nuevo, de la desconexión emocional, del colapso de la ética cuando desaparece la inspección del otro
La película construye un universo donde no hay héroes solo supervivientes. Y personalmente, hay situaciones en las que no veo nulo claro que merezca la pena sobrevivir. El espectador se ve obligado a transitar por la incertidumbre, a compartir la ceguera de los personajes y a entender que, muchas veces, lo más aterrador no es lo que no vemos, sino lo que elegimos ignorar. Y eso vale para las advertencias que nos hace la ciencia ficción sobre lo que parece esperarnos a la dorso de la cantón. El Eternauta nos enseñó a temer a lo ineludible: una cellisca blanca, supuestamente pura, pero perjudicial que resulta inverosímil de esquivar y a la que hay que arrojarse con valía. En Ceguera, el blanco incluso es la amenaza, pero esta vez es interior. La «ceguera blanca» que afecta a la población no es otra cosa que una metáfora del individualismo nuevo, de la desconexión emocional, del colapso de la ética cuando desaparece la inspección del otro.
En ese sentido, la película se hermana con la serie argentina no solo por su tono opresivo y su consejo política, sino incluso por cómo resignifican lo visual. Donde El Eternauta usa la cocaína para aislar, Ceguera usa la luz para borrar identidades. Todo es blanco, todo se funde, y en ese todo indistinguible, desaparecen los límites morales y todos compartimos un mismo problema. Es una distopía sensorial, y por eso golpea tan esforzado.


Julianne Moore y el arte de interpretar la resiliencia
En El Eternauta, Juan Ileso es el cronista de la resistor, un hombre global enfrentado a lo extraordinario. En Ceguera, la figura equivalente es la de «la mujer del médico», interpretada por una magnífica Julianne Moore. Ella es la única persona que no pierde la presencia, pero decide fingir que sí para no desamparar a su consorte. Lo que sigue es un descenso a la oscuridad más profunda del alma humana.
¿Por qué deberías ver Ceguera acordado ahora?
La respuesta es sencilla: porque el mundo que retrata no es tan desigual del nuestro, por desgracia. Porque a posteriori de una pandemia universal, del aislamiento, del miedo colectivo, las guerras que decidimos ignorar y de la desinformación masiva, Ceguera ya no parece una metáfora lejana, sino una crónica de nuestro futuro inmediato. Y porque si El Eternauta nos dejó con el deseo de resistir lo inhumano desde la humanidad, Ceguera nos muestra que la humanidad da mucho miedo, pero que compasión no siempre se ve. Y que en tiempos oscuros, quien elige mirar no es solo un declarante: es un faro.
En tiempos oscuros, quien elige mirar no es solo un declarante: es un faro
La buena ciencia ficción no nos dicen qué pensar, pero nos obligan a ello. Ceguera, prueba Sobre la Ceguera y El Eternauta son obras hermanas en su dictamen y distintas en su tratamiento. Una desde el cómic político y la ciencia ficción popular, la otra desde la prosa Nobel y la parábola existencial. Pero ambas coinciden en una idea: la verdadera amenaza no viene de fuera. Así que si andas por ahí, buscando qué ver a posteriori de El Eternauta, no busques poco «parecido». Indagación poco que te mueva igual.
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