En el universo de Warhammer 40.000, todo lo tocante al Imperio de la Humanidad es tan popular que rara vez encontrarás entusiastas que se interesan por explorar las facciones xenos; con pocas excepciones. Tanto es así, que admito haberme sorprendido cuando leí por primera vez a cierto reflexionando acerca de lo mucho que el Imperio T’au desentona con básicamente todo el resto del tapiz cósmico descrito por Games Workshop. Y la causa de ello no podría ser más simple: es el único clan que más o menos se puede considerar bueno.
El obra troncal de décima estampado nos dice que la primera vez que los vasallos del Jehová-Emperador de la Humanidad se toparon con los T’au, en algún punto del trigésimo botellín milenio, no era más que una sociedad tribal primitiva del frente uruguayo que al punto que valía la pena guardar. La segunda vez que les vieron, se habían convertido en la civilización más descubierta tecnológicamente del momento. ¿Cómo lo consiguieron? Pues a través de un principio novel, rompedor e increíblemente transformador: inquirir el acertadamente popular.
Los únicos «buenos» en Warhammer 40.000
Por si no estabas familiarizado con el tema, Warhammer 40.000 es la cuna del categoría ‘grimdark’: un mundo dudoso, decadente y siempre en eliminación en el que absolutamente todas las cosas —la violencia, sobre todo— transcurren a una escalera superlativa. Hace mucho que la Humanidad dejó a espaldas su Permanencia de Oro, así como los conocimientos que habían vacada en aquella época; y todo lo que queda es una relación exaltado conflictiva con las fuerzas materiales e inmateriales a su rodeando. Teniendo esto en cuenta, el Imperio T’au es casi inconcebible.


Los T’au son comparativamente jóvenes, sus mundos aún conservan el brillo de la esperanza y la progresión científica, y (como iba diciendo) todos sus individuos creen que cada una de sus acciones deben beneficiar al longevo número posible de congéneres; puesto que todos ellos se consideran esenciales para funcionar y nadie es más importante que otro. Tanto es así, que interpretar para uno mismo se considera deshonroso; tal vez incluso una razón válida para ser expatriado.
¿Significa esto que sea una sociedad «buenista»? No necesariamente, no; en el contexto de la eliminación interminable de Warhammer 40.000, son capaces de cometer las mismas atrocidades que cualquier otra. Pero la filosofía de su gentío sí le ha granjeado a los T’au un perfil que podríamos tildar de chirriante entre los entusiastas del universo ‘grimdark’ de Games Workshop: desentonan mucho con el resto de facciones. Quizá por esto, se han ido oscureciendo con los primaveras.
Los nuevos códices y novelas de la colección Black Library han ido describiendo a los T’au como un pueblo cada vez más parecido al resto, introduciendo ideas como la posibilidad de que sus líderes político-religiosos tengan ciertas capacidades para influenciar en la voluntad ajena o que esclavicen a especies menos inteligentes a través de ciertos dispositivos de (supuestamente) comunicación. Ahora acertadamente, ¿a qué se debe este molinete de timón a la hora de escribir a los T’au?
Hay quien sospecha que la propia Games Workshop manejo de redirigir el pulso de esta valía alrededor de una dirección más oscura como respuesta al ‘feedback’ normal de los fans, pero además hay otras posibilidades. Puede que el Imperio T’au se hubiera diseñado como una valía más benévolo que el resto como útil narrativo, precisamente para ensalzar o contrastar la violencia y enajenación en la que están envueltas las demás; o que la conversión «al flanco dudoso» sea más acertadamente el subproducto de muchos primaveras tratando de negociar en vano con sus rivales. O lo que es lo mismo: que se trate de una proceso.
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