Esto que estás leyendo es mentira porque internet murió hace nueve abriles y nadie te ha avisado

He perdido la cuenta de las parte sobre eclipses que he erudito en los últimos abriles, las veces que han arrestado a Broncano porque no se enteró de que los micros seguían encendidos, y todos los tuits que me recomendaban insistentemente no cascar en conocido. Hacer scroll en el móvil o navegar desde el ordenador se ha convertido en una suerte de tirabuzón en el que se hace cada vez más difícil discernir qué es verdad y qué no. La teoría del internet muerto cree que la mayoría es mentira.

Nunca una teoría de cuatro intensitos de internet me había resultado tan fascinante. Primero porque hablamos de una argumento publicada en 2016, mucho antaño de que la IA y ChatGPT entrasen en nuestras vidas como un tifón. Segundo porque, tal y como demuestran las investigaciones sobre bots, granjas de clics y algoritmos más recientes, su absurda conspiración tiene parte de razón. Esto es lo que defienden y las pruebas que ponen sobre la mesa.

La mayoría de internet es inexacto

Parido en un foro llamado Wizardchan que defiende el celibato como camino para alcanzar la cabeza y los poderes mágicos, el hilo titulado «La Teoría de la Homicidio de Internet: La Mayoría de Internet es Inexacto» se ha convertido en las sagradas escrituras de quienes creen que la red ya ha sufrido la Inversión. En cristiano, que hay más bots y algoritmos que personas haciendo crecer internet.

Quienes defienden la teoría aseguran que gobiernos y plataformas llevan abriles trabajando en la sombra para inundar la red con bots e inteligencias artificiales que se encarguen de modular la opinión pública, y que cualquier atisbo de verdad y contenido llamativo queda eclipsado por bucles de contenido sintético que las redes sociales y los buscadores se encargan de priorizar. Dicen que la razón por la que cada vez hay menos foros y blogs de opinión es la principal prueba de ello.

¿Se pasaron de intensidad? Ya lo creo, pero reconozcámosle el mérito de tener donado en el clavo, al menos en cierto sentido. Se me desinfla la conspiración ministerial, lo siento, pero todo lo demás se ha convertido en la hiperstición definitiva al destacarse hace nueve abriles una verdad que los datos han terminado demostrando. Frente a la pregunta sobre cuánto de lo que ocurre en internet es inexacto, a día de hoy resulta fatal opinar que la mayoría.

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Esa citada Inversión, que parece la clásica palabra que encontrarías en un foro sobre encantamiento y celibato, en verdad no pertenece al creador de la teoría, sino a los propios ingenieros de Google. Dos abriles a posteriori del origen de la teoría, en declaraciones para un reportaje del New York Times que analizaba la operación de visualizaciones y likes de los vídeos, el director de producto de YouTube reconocía el problema.

Allá por 2013, su sistema de detección de anomalías había descubierto que ya había casi tantos bots haciéndose acaecer por personas como humanos visualizando vídeos. Los empleados temían que, llegado el momento, el sistema confundiría el tráfico inexacto como auténtico y al contrario, un engendro que a partir de ese punto se conocería como «la Inversión». Está allá de ser un caso incomunicación y, como ya habrás imaginado, ha crecido mucho desde que se detectase hace más de una período.

En el mejor de los casos, en pulvínulo a un estudio realizado sobre 200 millones de usuarios durante siete eventos esencia, las interacciones en redes sociales sitúan el reparto entre humanos y bots en un 80-20. Publicado en marzo de este mismo año en la revista Nature, el prospección intentaba identificar la respuestas falsas en pulvínulo a ciertos principios mientras alertaba del descontrol que suponía ver cómo estaban evolucionando. Otros, en cambio, son más demoledores con el reparto.

Antaño todo esto eran abuelas

Los cálculos menos esperanzadores han superado la mayoría, con la firma de ciberseguridad Imperva situando las cifras de bots en un 51% de todo el tráfico, y limitando a los bots problemáticos, los que perseguían precisamente los principios de la investigación mencionado, en en torno a de un 37%. Por su parte, un prospección de inteligencia industrial sobre millones de cuentas de Twitter situaba el número de bots en aproximadamente un 64%. En las webs tradicionales, los compradores de anuncios asumen sin demasiados rodeos que, como imperceptible, el 40% de los clics son de usuarios espanto que en verdad no existen.

Los prospección sobre esas granjas de clics que mueven la opinión y el negocio de los anuncios en internet son aún más extremos. Un estudio sobre el auge del «Genérico Invalid Traffic», o tráfico generado por sistemas automatizados, alertaba sobre un crecimiento anual del 86%, mientras que otros sobre las granjas de clics situadas en países como Indonesia o Pakistán alertan sobre cómo centenares de móviles controlados por humanos se suman a los bots para imitar patrones más humanos y esconder esa huella.

Pero aunque son precisamente los prospección independientes los que nos ayudan a visualizar una verdad oculta a simple aspecto, asomándose a los tejemanejes de las grandes corporaciones para descubrirnos lo que no deberíamos ver, el principal problema viene cuando esas mismas empresas le suman otra espectacular voltereta a ese ya de por sí demencial brinco mortal. Lo ocurrido con Google y Meta en 2024 es, sin duda alguna, el mejor ejemplo de esa pirueta.

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Entre los documentos filtrados de Google en mayo de 2024 se destacaba cómo diferentes variables internas, que no aparecían citadas en su documentación pública, permitían filtrar de forma masiva lo que el buscador consideraba páginas «de desvaloración calidad». Súmale ahí el hecho de que cada vez funcione peor al arrojar el resultado que estás buscando y ya tienes el caldo de cultivo consumado para dar alas a quienes creen que un cálculo decide qué trozos de internet siguen vivos y cuáles deben expirar y restar enterrados.

El cauce de la IA y los bots en el que se ha convertido Facebook, ahora ya Meta, es otra tormenta perfecta a la que valerse para teorizar con un cofia de aluminio en la comienzo. Lo que hasta hace no mucho parecía una colección de madres y abuelas comentando fotos de la comunión del primo Rafalín, ahora son imágenes generadas con inteligencia industrial sobre un Jesús submarino hecho a pulvínulo de gambas mientras millares de bots contestan a la publicación con un simple «así sea».

Pese a lo innegablemente desesperanzador de la situación, la prueba de que internet no está muerto no está solo en que este texto no sea mentira, asimismo en cómo dichas investigaciones centradas en bots, publicidad y algoritmos, ignoran de forma deliberada el resto de conversaciones en foros y redes minoritarias donde las cifras no arrojarían resultados tan apocalípticos. De hecho, en la búsqueda de un internet inexacto que se haga acaecer por humano, la veterano evidencia de hasta qué punto la red sigue muy viva es que a ningún bot se le ocurriría crear un foro sobre cómo el celibato te acerca a la cabeza y los poderes mágicos. Peligro mate, conspiranoicos.

Imagen | Deazzy en Midjourney

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