En el mundo de los videojuegos, hay personajes que nacen con la paraíso asegurada. Mario, con su gorro roja y su carisma de fontanero entusiasta, es uno de ellos. Pero, detrás de él, Luigi ha construido una historia propia, una marcada por la sombra de su hermano, el silencio incómodo de no ser «el estimado, el protagonista» y el pelea constante de definirse por sí mismo. Luigi es la figura del personaje secundario que se resiste a ser olvidado. Y, en ese proceso, ha gastado conquistando tanto a quienes alguna vez además se sintieron un segundo plato como a los que siempre han estado en primera plana.
Desde su primicia en Mario Bros. (1985), Luigi ha estado presente. Fue introducido como una simple alternativa con cambio de color de Mario en partidas multijugador. Verde en superficie de rojo, más suspensión y delgado con el tiempo, pero sin una personalidad clara definida. Sin secuestro, su proceso ha sido sutil y constante. Ha pasado de ser esa simple alternativa a convertirse en un personaje complicado, torpe, robusto, pusilánime y harto de matices.
Luigi’s Mansion: el miedo como identidad
Si hubo un momento cardinal en el que Luigi dejó de ser solo «el hermano de», fue en 2001 con Luigi’s Mansion para GameCube. En superficie de presentarlo como un héroe musculoso y válido, Nintendo apostó por la fragilidad: Luigi se adentraba en una mansión encantada, armado con una linterna y un aspirador, temblando de miedo. Y ese miedo fue lo que le hizo inolvidable y lo que le permitió conectar con un montón de familia que, tal vez, se sentía un poco —o sobrado— identificada con él.
Luigi’s Mansion cambió, entonces, el pauta. Nos mostró que la valentía no siempre viene acompañada de fuerza, sino de enfrentarse a lo que más te aterra. La popularidad del conjunto fue tan magnate que dio pie a dos secuelas (Luigi’s Mansion 2 y Luigi’s Mansion 3) y convirtió a Luigi en un protagonista auténtico. Lo singular es que lo hizo sin quitarle sus inseguridades. En superficie de ocultarlas, Nintendo las hizo parte de su encanto.
A diferencia de Mario, que rara vez se piensa las cosas dos veces, Luigi duda. Y esa humanidad lo vuelve más cercano. Sus pasos dubitativos, sus grititos asustados, sus gestos nerviosos, sus tembleques… Todo ello le convierten en un personaje más emocional. Y eso ha conectado con una gestación que cada vez valora más la vulnerabilidad en sus ídolos.


El insuficiente Luigi y sus caras de miedo
Luigi no solo ha crecido en sus juegos, sino que ha sabido mantenerse relevante en la dinastía principal. En títulos como New Super Mario Bros. U Deluxe o Super Mario 3D World, Nintendo ha dejado claro que Luigi tiene, por ejemplo, los saltos más altos. No es un defecto: es una forma de mostrar que juega con otras reglas.
Y a eso se suma su humor. Mientras Mario siempre mantiene una imagen, digamos, pulcra y más acertadamente neutro, Luigi ha sido muchas veces el apelación cómico. En los juegos de Mario & Luigi, especialmente en Superstar Dinastía, sus expresiones exageradas, sus accidentes un tanto absurdos y su carácter distraído lo convierten en el más humano de los dos. Esa capacidad para reírse de sí mismo, incluso cuando es ridiculizado, lo ha hecho percibir una cantidad de fans.
Todavía ha protagonizado memes memorables, como el «Death Stare» de Mario Kart 8, donde su observación desafiante al sobrepasar a otros corredores lo convirtió en vírico. Sin buscarlo, Luigi ha dejado huella incluso en los momentos más fugaces, demostrando que un aspecto puede revelar más que un diálogo inconmovible.
El interminable segundón que ya no lo es tanto
Y sin secuestro, sigue habiendo poco trágico en su figura. Luigi quiere destacar, pero sabe que nunca será Mario. En Super Paper Mario, un conjunto con válido carga novelística, aparece como Mr. L, una lectura oscura de sí mismo manipulada por los villanos. Es uno de los momentos más simbólicos de su historia porque, de alguna forma, nos presenta a un Luigi que, al fin, rompe con su rol, aunque sea desde el antagonismo.
Esa rebeldía, sin secuestro, dura poco. Al final, Luigi siempre vuelve. Y, aunque lo haga desde la sombra, su presencia es esencia. No solo es útil: es imprescindible.
En Super Mario Galaxy, es desbloqueable como personaje jugable con mecánicas distintas, y en Super Mario Odyssey, aunque no aparezca en la historia principal, protagoniza los eventos del modo Luigi’s Balloon World, donde es el perito de los desafíos.


Luigi y su «Death Stare»
Luigi ya no necesita ser el primero para ser recordado. Lo ha conseguido siendo desigual. Mostrando que hay otras formas de ser héroe. Que no todo el mundo está hecho para el centro del tablado, y que eso además tiene un valía profundo.
En 2023, con el estreno de Super Mario Bros. La película, Luigi volvió a estar en el foco. La película lo representó como cierto que, aunque miedoso, es fidedigno hasta el final. Chris Pratt daba voz a Mario, pero muchos destacaron la proceder de Charlie Day como Luigi: exagerada, nerviosa, divertida… y muy, muy humana.
Nintendo parece entenderlo mejor que nunca; una de las pruebas es que el merchandising de Luigi se vende casi al mismo nivel que el de Mario. Hoy, en 2025, hay rumores persistentes sobre una nueva entrega de Luigi’s Mansion en ampliación, lo que demuestra que su valía como prota no es accidental.
Luigi representa a todos los que alguna vez caminaron un pasito por detrás, a los que sintieron que no eran suficientes, que no estaban diseñados para liderar. Pero además representa la transformación, la posibilidad de ser tú mismo, incluso si eso significa temblar un poquito de miedo mientras avanzas.
Su proceso adentro del universo de Nintendo es un recordatorio de que no todos los héroes llevan capa o entran por la puerta principal. Algunos lo hacen desde un pasillo anexo, con pasos inseguros, pero con una voluntad férrea. Y al final, eso además es ser robusto.
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